jueves, 4 de junio de 2009

El arte de la guerra

La única forma de acabar con las grandes bestias -humanas o animales- es atacando por detrás. en estos casos, no esta mal ser un cobarde, huir y esconderte hasta que estés en un adecuado lugar. ¿Demasiado alto? Sólo agarrate de su cuello y apuñala hasta que la sangre no deje de fluir por todo el lugar. ¿Tiene armas? Pide piedad y mientras el asesino lo medita, patea sus gónadas a todo dar. Puede que luego te sientas como gallina, pero salvaste tu vida y que más da.

En tiempos de guerra, o es el enemigo o eres tú. Toma agua, descansa, y engulle tus miedos que hacerles caso no ayudará a mantenerte con vida. Eso sí, defender tu vida no implica olvidarte de la piedad, ni de tantas otras virtudes que a prueba están en situaciones de dificultad. No quemes vivos a mujeres, ni a niños; conformate con darles lo que la autodefensa te permite dar. Decía un sabío guerrero que considero amigo: nunca des la espalda; siempre enfrenta al enemigo cara a cara.

Dijo eso y otras cosas más. Si el enemigo tiene arma y tú no, es costumbre que ambos tengan arma para que no se pìerda el honor. Claro, en el mundo de hoy ¿Quien rayos te daría un arma? Nadie tiene honor hoy por hoy, haciendo siempre las excepciones y salvedades para no hacer de esta frase una falacia al instante. El sabio amigo por mantener el honor fue muerto por un enemigo, "Mi axila tu honor" y un disparó le metió.

En la guerra, muchas veces se harán sacrificios. Pies, manos, y otros miembros pueden resultar idos. Seres queridos, hogares y recuerdos de los tiempos tranquilos; pero ante tanto dolor uno debe continuar. Es deber de uno abrir el camino a las generaciones que vendrán, con la esperanza que con estas el cambio llegará. Por eso, considera siempre los momentos en los que entrarás a batallar. Puede que sea mejor vivir hoy para pelear otro día, o tal vez, emprender un ataque suicida. Y así concluimos las lecciones aprendidas que ahora por escrito son transmitidas.

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