viernes, 12 de junio de 2009

Mi primer arresto ciudadano

En una calle peligrosa de la ciudad me encontraba yo cuando ocurrió. Estaba buscando un repuesto para mi celular, que días atrás al piso cayó desde la ventana del segundo piso de la casa de Adrián. Buscando el precio más bajo - el repuesto me iba a salir caro-, entré por un callejón poco transitado. Era "el mundo de lo robado, aquel lugar en donde todo lo que puedes comprar es ilegal; por lo tanto, comprarlo está mal. Pero a la hora de la hora, que sea bueno o malo en realidad no me importa. Mientras que la policía no me detenga ¿Hago algún mal yo?

Una chica se encontraba en la primera tienda donde decidí buscar. Preguntó por un Motorolla W 200 y algo, regateo por dos soles menos y finalmente lo compró. Se veía feliz, como un niño en su cumpleaños al ver que todos - hasta los amiguitos mas misios- le trajeron juguetes. Fue ahí cuando, desde las sombras, el ladrón - que en este caso es del que roba a ladrón- de las sombras salió a quitarle a la chica su nueva posesión. Pasó por mi lado despacio, y fue ahí cuando mi quijote interior me obligó a detenerlo. Lo cogí con los brazos y lo estrellé contra la pared.

Le quité el celular y le dije a la chica que debíamos llevarlo a la comisaría. Ella sonriendo dijo que sí, que teníamos que hacer pagar a tan gran malhechor. Juntos y sin la ayuda de ningún vendedor, llevamos al ladrón hasta la estación de policía. Salimos del “mundo de lo robado” y vimos como todos nos aplaudían. “¿Arresto ciudadano? ¿O es policía vestido de civil?” alguno se preguntaban con emoción. Cegado por tanta atención, no me di cuenta que el ladrón extrañamente no se resistía a mi opresión. Finalmente, la chica, el ladrón y yo, cruzamos las puertas de la comisaría.

Y ahí todo cambió. La chica y el ladrón – que antes de entrar se liberó y me empujo- gritando dijeron que habían capturado a un ladrón. “Arresto ciudadano, es el primero desde que en vigencia esa ley entró. Por lo visto si funciona.” El policía preguntó por el objeto robado. “En uno de sus bolsillos debe estar.” Dijeron los dos. La mano fría del gordo policía en mi bolsillo entró. Sacó el celular, y el dinero que saque de casa para el repuesto comprar, me lanzó unas cuantas miradas de desprecio, mezcladas con odio y un golpe en el estómago. “Lo acababa de comprar” -dijo la chica- “acá tengo la boleta.” Extrañado por esto – en el “mundo de lo robado” no dan boletas- me di cuenta que estaba siendo víctima de un engaño.

Demandado fui por robo agravado. Perdí porque nadie nunca me creyó, no importó que la verdad fuera lo que dijera yo.

No hay comentarios: