lunes, 15 de junio de 2009

El poder interior

Muchos creemos tener habilidades, cosas que nadie hacer mejor que nuestro “yo”. Puede ser bailar, cantar, actuar, o el de mi caso, lograr que la gente siga tu voz. Pero falso es afirmar lo primero: siempre habrá alguien mejor. O peor, no eres tan bueno como creíste ser. Y para ser sincero, es lo que viví hoy. La historia, que de graciosa puede tener algo, se realizo en menos de media hora. Media hora que me hizo ver que en realidad no tengo tal poder interior, o si lo tengo, hoy día – cuando más lo necesitaba- no se presentó. Me dejo plantado. Fui el novio en la boda lujosa al que todos tienen que consolar porque la novia nunca llegó. Una tragicomiquísima historia.
Por políticas de la universidad, si un profesor demora en llegar quince minutos o más, el alumno no está obligado a esperar. Esto en teoría es cierto, pero su aplicación a la realidad – en donde los casos concretos se han de dar- casi siempre contradice a la teoría. Detalle que decidí obviar para así no tener que exponer en las clases de análisis de la realidad nacional. ¿Quién querría hacerlo sin haberse preparado? Quizás mi antiguo yo, el Alonso florero. Pero el del día de hoy no, por la promesa de salida del colegio de florear ya no más. Así que me paré y traté de agitar a las masas, pero agitación alguna no ocurrió.
Quince minutos y más pasaron; y al parecer el populorum universitario despertó de su letargo. Salieron todos del aula, unos convencidos; otros, con aquella convicción de que estaban caminando por gusto. Se quedaron cuatro chicas, cuyos nombres no se revela, sentadas e inmóviles, como pequeñas estatuas. Corrí hacia ellas y decidí dar el discurso político Nº2 : “Amigas, llega un momento en la vida de todo estudiante en el que tiene que tomar el poder en sus manos y derrocar el orden existente. La subsistencia de nuestra sociedad depende de ello, párense y vámonos ya.” A lo que ellas, sin dejar de estar sentadas e inmóviles, dijeron: “Estás loco. Si sabes que siempre, siempre, viene el profesor. Lo quieras o no. Bonito discurso, pero no.”
Fue ahí cuando decidí no moverme. Acepté la derrota y me senté esperando a que me llevaran a la guillotina del escarnio, este último en forma de chisme y “Pero que chiquillo”. Poder interior… Tonterías, no existe tal poder interior. Y si está ahí, hoy me abandonó. Tal vez haya una razón, pero que sé yo. A los pocos minutos llego el asistente de la profesora, que en clases explicó a lo que llamamos Ilustración. “En ese tiempo, el discurso político Nº2 hubiera funcionado.” Me dije tranquilamente, mientras mis amigos se preocupaban por la futura exposición. Respiré hondo, ajusté el nudo de la corbata. El día llegará, y ahí si servirá de algo… el poder interior.

No hay comentarios: