viernes, 26 de junio de 2009

Tres por tres..

Treinta y tres de edad, sin empleo por más de un mes. Nunca se casó pero convivió varias veces; hasta que por flojo y holgazán echado afuera sin derecho a defenderse o negociar. Ebrio habitual con intenciones de cambiar, asistió algunas veces a aquellas reuniones donde todos quieren dejar de tomar. Se dedico a robar al pasó después de intentar trabajar de cobrador y limpiacarros. La primera persona a la que robó fue a un joven de veinte seis de edad. Le quitó la billetera y el celular amenazando su cara cortar. Con eso consiguió dinero para vivir dos semanas más. Consiguió una cobacha en medio de un cerro alejado de la ciudad, pago treinta soles y algo más por el mes. Todo le va bien, dinero no le faltará.

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Veinticinco años , estudiante de quinto año de Derecho en una universidad nacional. Orgulloso de sus altas notas y el prestigio logrado por ganar concursos a nivel local y nacional. En el último ganó por medio punto nada más. El segundo puesto, de veinte seis, estrecho su mano con cordialidad. "Ganaste amigo" le dijo sin su mano dejar de apretar. Él no lo toma a mal, pensó. Regresó a casa con el dinero del premio a celebrar. Abrió el vino viejo que sus padres guardaban para las nupcias de quien se casará primero. Tomó un poco y rellenó la botella con agua del lavatorio. Nadie se casará en esta casa jamás, pensó sonríendo. Entró a su cuarto, se echó en la cama y la televisión prendió. Nada bueno que mirar, la apagó y dormido quedó.

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Dieciseis, cobrador de combi y lavador de carros en domingos y feriados. Nunca tuvo éxito escolar; así que se dedicó a lo mencionado atrás. Miraba con cierto desdén a todo estudiante pituco que subiera. Siempre tan arrogantes, tan sabelo todos, pensaba él. Los trataba mal, les cobraba de mala gana y a veces, cuando bajaban, los empujaba. El más memorable de esos "accidentes" pasó la semana pasada. Al parecer, el chico no tenía buenos reflejos. Al caer, unas cuantas vueltas en el piso rodó. Ensangrentado, el agredido se levantó. Levantó el dedo-señal, y cojeando siguió su camino. El cobrador, algo preocupado, algo entretenido, dijo a la gente " Que feo accidente, ¿no?"

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Miguel acababa de cumplir veinteseis. Cada año que pasaba se asustaba más. No quería morir, no quería envejecer, no quería que la gente viniera a verlo. Pasada la torta pasado el pastel, se levantó como siempre: semidesnudo y de frío. Hoy premiaban a los ganadores del concurso de hace un mes. Medio punto y en segundo puesto, el mundo sí que es injusto. En el camino, un pobre diablo le pusó un cuchillo en el cuello y se llevó su billetera y celular. A la premiación llegó media hora tarde. Estrechó la mano de su contrincante: ¿Por qué lo miraba con pena? Sonrío fingidamente y salió del lugar. Tomó una combi con el dinero que un amigo le prestó. Al bajar de la combi, el cobrador lo empujo. Sangrando, prometió en silencio hacerle pagar.

Eran 3: el primero acabó seis pies bajo tierra, el segundo en la maletera de un auto y el tercerdo duerme con los peces. ¿que hicieron? se metieron con el hombre equivocado. Al primero lo halló en el mismo lugar. vestido diferente; pero con la misma cara de perro inocente. Cogió al ladrón por detrás y de dos cuchilladas en la yugular al piso fue a parar. Sus restos los enterro en un lugar cercano a la torrentera. Al segundo lo halló camino a la universidad, lo saludó y un café lo invitó a tomar. En el camino le dijo que se detuvieran en su casa, porque no traía suficiente dinero. Entraron y fue ahí donde lo cogió. Lo ahogó con la almohada, después de golpearlo con el televisor. Envuelto en un costal, lo metió en una cajuela que encontró abierta. Al tercero, el cobrador, lo durmió con eter y lo bajo de la combi. Le dijo a la gente que se había desmayado. O fue convincente, o la gente indiferente, nadie dijo nada. Lo llevó a rastras hasta el muelle de la ciudad. Lo arrojó, y salió de ahí cantando y silbando.

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