lunes, 1 de junio de 2009

Sin dinero y en la calle

No es que no haya trabajado nunca para estar donde estoy. Lo que pasa es que cada vez que tenía dinero, lo gastaba en mis amigas la chata y la jonca. Porque en mis cálculos no estaba que algún día mi familia conmigo ya no podría,ahora no me queda otra que a latear y ver como hacer para vivir sin perder mi tan preciada dignidad. Estoy sólo. Mi barriga suena y se me empiezan a acabar los panes que de la mesa pude tomar.

Desesperado y dos meses después, deje la dignidad apenas me quedé sin trigo y ganas de a mis amigos agua mendigar. Y fue así como me volvi uno de los mendigos que tiempo atrás despreciaba con mis grandilocuentes palabras. A ellos no les importó para nada, siempre que no invada lo que ellos consideran propiedad privada. Respetos guardan respetos dicen los caballeros, y como ellos estuvieron mucho antes de mi llegada, que otra cosa puedo hacer.

Los días pasan rápido, y la gente me es conocida por como van vestidas, por cuanto dinero tiran. Conozco también a los policías y los días de la semana en los que habrá batidas. Soy ahora parte del paisaje, uno de los muchos problemas sociales que se han de solucionar. Sin futuro, caso perdido, endeble y otras palabritas como esas me dice la gente cuando unos pasos lejos de mi están. No me molesto: yo, como los otros, he aprendido a vivir por vivir, y con eso me contento.

Años llegaron, y de mi familia no he sabido en todo este tiempo. Probablemente se cambiaron de dirección para evitarme por si venía pidiendo perdón; pero no tengo ganas de verlos ya. Ahora ellos y yo pertenecemos a mundos diferentes. Si algo más que un mendigo de la calle seré, no lo sé. Lo único que sé, y lo sé demasiado bien, es que todo esto empezó en un día como hoy. Me quede sin dinero y en la calle, y aquí estoy.

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