viernes, 19 de junio de 2009

Stop that; I want to see the movie

Día normal; viernes. Las calles vacías están ya, el ruido de los carros se pierde entre los murmuros de lso ebrios habituales y los pródigos elocuentes. Es invierno, se apuran a la vez que quisiera no seguir y calentar el enfríado cuerpo. ero el deber llama. Además, habían planeado ver películas hace algunas semanas. Los tiempos no eran los mejores, con tantos exámenes y asignaciones; hasta que llego el 19, día en que todos ellos llegaron finalmente al ojo de la tormenta. Después de ese fin de semana, vendrían más exámenes y asignaciones. Después de eso, vacaciones; que lamentablemente no serían tan buenas como las de años atrás. Todos se separarían, unos por viaje, otros por pasar tiempo con su "mujer", otros por que encontraron algo más que hacer.

A las diez y diez la función empezó. Gasesosas, doritos, chizitos, caramelos y chocolates dispuestos en desorden para quien los quisiera comer; comprados todos con dinero que cada uno saco de su haber. La película era un clásico: Chicas pesadas, comprada años atrás, cuando los DVD's pirata estaban tres por diez. Se acomodaron en los sillones; unos decidieron taparse con mantas, otros se quitaron tanto abrigo y decidieron aguanatar el frío que pasaba a través de los vidrios. Amigos con amigos, enamorados y aquellos dos que siempre hablaban demasiado. El dueño de la casa se acerca al televisor y presiona play.

Y todo se vino abajo. En el primer sillón a la izquierda una pequeña pelea tuvo lugar. Cuestiones de pareja, él le dijo algo a ella; ella lo tomó a mal. Ese "algo" no fue escuchado; pero por las reacciones que devinieron tras tal acto, todos supusieron que fue algo malo. Enojada, la ahora-no-tan-enamorada chica cogio la chaquta y se paró. Para no arriunar el momento, la película fue dejada en stop. El chico avergonzado fue tras de ella; ninguno de los dos regresó. Pero el show debe continuar, la película corrió una vez más. Quince, veinte minutos la película continuó. Pocas fueron las pausas: "Voy al baño", "Ríamonos de nuevo de eso", y nada más.

Y una vez más se tuvo que poner stop. Esta vez no eran enamorados; sino dos o tres invitados. Riéronse ellos demasiado, y conversaron mucho sin por los demás tener cuidado. El anfitrión vio por conveniente detener su comportamiento. Respiró, contó hasta diez y les pidió callarse pues. Los ya señalados molestos, se quejaron. Argumentaron ruido no haber provocado; que el anfitrión estaba raro y que la película era aburrida, por no decir patética. La paciencia del anfitrión se acabo. Váyanse pues, dijo él. El silencio invadió la habitación, uno a uno todos cogieron sus pertenencias y abandonaron al muchacho. "Ustedes no, ustedes no." Pero nadie escucho. " Deténganse, quiero ver la película." dijo él. "¿Quién te detiene?" dijo la última persona en salir del segundo piso del anfitrión.

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