lunes, 22 de junio de 2009

La ley de la selva...

Lo curioso del hombre es que a ratos hace cosas increíblemente geniales, y en otros este actúa como lo hacen los animales. Y hoy por hoy, consecuencia del poco valor que le damos a las relaciones hombre-mujer versión romántica, estás se han vuelto más animales. Y por lo tanto, no nos importa ahondar y buscar intimidades; sólo el beso, el abrazo, el "te quiero" al paso, o como decía la chabela, placer padre, placer. Siendo cada uno de nosotros tan diferente del otro, aventuro afirmar que el amor se ha vuelta una selva; y que en esta la vida se rige por la ley de la selva: o te comes a alguien o no eres nadie. Y con sinceridad, nadie quiere ser nadie en este mundo. A buscar que comer, pues.
La palabra comer esta siendo usada con sentido doble. Comer puede significar chapar -que ha quedado en desuso- agarrar, lengüetear, entre otros. Para lograrlo se necesitan básicamente dos cosas: tener dinero, o estar bueno. También ayuda saber embriagar a una mujer, o hablar suave y moverse bien; pero las dos primeras son las más usuales, podríamos decir que son las armas de los leones y leopardos. Estos, con sus habilidades (encantos), hacen de las suyas con cuanta gacela encuentran. Tómese por gacela chica enamorada, ilusionada, amarga o desesperada. Las comen y las dejan; y aun medio muertas las gacelas regresan. Por masoquismo o por torpeza, pero regresan; y cuando se aburren son otras las que su lugar toman.
En la selva, nadie es amigo de nadie. Si dos o más tienen los ojos puestos sobre una presa, el que dé el primer mordido ganara la contienda. En la selva, no existe el derecho o el respeto al que dio el paso primero; es un sálvese quien pueda, un pánico organizado que todos aceptan. Claro está, siempre hay lugar para los extraños: aquellos que no deciden atenerse a las reglas y participar en la contienda. Y también están aquellos y aquellas, que queriendo jugar en la selva, son dejados afuera. Por no tener la carne tierna, por hablar sin llamar la atención, por ser monses y no sé que más. No tienen otra que armar su mini-selva; y así, entre los excluidos, entrar en la contienda.
En esta selva, no gana el más fuerte; sino el que esté “más bueno”. Cuando se toca el tema, todos tildan de inapropiada la selvática; una mentira inocente, piensan. Nadie les cree, pero ya no importa, dejan las discusiones sobre las bondades o maldades para los monses y los viejos que ya perdieron el encanto. Día a día se levantan, y buscan lo mismo, lo que decía la chabela. Y cuando tienen algo, lo hacen durar hasta no poder más. Por que cuando acaba, se tiene que esperar un poco para buscar algo más. Es otra de las tantas reglas de la selva. Pero este poco no es muy largo, pueden ser días, o hasta semanas. No es necesario darle muchas vueltas al asunto, se perdió una presa; vendrán otras a saciar el estómago. Así indefinidamente, hasta que uno encuentre razones para salirse de la selva…

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