viernes, 19 de junio de 2009

Shut my mouth

"Si no te gusta lo que digo, cállame. Cierra mi boca, pero entiende que la única forma en la que la he de cerrar es si es que me dices que de lo que digo está mal." contestó airada, tras la queja/gemido de su amiga regordeta. "Cállate. No tienes el derecho de decirme todo eso. No hago mal, ¿Quién eres tú para decirme engreída?" lso cachetes se le pusieron rosados. Algo andaba mal, ellas dos nunca habían peleado, jamás. Pero por X causa, hoy ella atacaba sin piedad a la regordeta. No eran ataques físicos, sino verbales; de los que hacen hervir la sangre y muchas veces perder el control. Empezaron a discutir las dos por un pedazo de pastel. Era de la primera; pero la de los cachetotes se lo comió.

"Siempre que metes la pata, vas corriendo por tu papá. Y como él tiene a medio colegio comprado nunca te hacen nada." le dijo, "Y yo tengo derecho de hablar lo que quiera hablar, mientras no diga mentiras y te lo diga sin buscar hacerte daño." Su amiga, que en estos momentos no se sentía muy querida, quiso golpearla. Se paró de la silla y violenta como era se acerco al cabello de la otra. " Ven acá, no huyas. Solamente quiero hablar". La primera chica, Ana, era mucho más delgada; podía esquivar a Milagros por mucho rato más. "¿En serio crees que te voy a creer? No soy tonta. Si quieres hablar hazlo sentada." Con esas palabras calmó a Milagros, que rosada como un chancho estaba de tanto corretear.

No conversaron más que un rato. "No te quiero molestar, pero a veces te pasas. No creas que tu papá siempre estará ahí para cubrirte." dijo Ana con calma, recordando que ella no veía a su papá meses atrás. Tengo que buscarle cuando pueda- pensó- aunque no me gusten los cementerios. "No es tu culpa enteramente, también la tienen tus papás." Ana hablaba con autoridad. Milagros én su mente buscaba forma alguna de contestar, de no ser la que quedaría mal. Resignada, decidió callar. Sin querer, se vio llorando. Esta vez las lágrimas era de verdad, no como las que botaba sin botar cuando le reclamaba a papá un regalo más.

La discusión acabó sin percance alguno. Milagros a Ana le compro un pedazo de pastel más. Ana sabía que Milagros no iba a cambiar. Que habría una siguiente vez, y situaciones como esta muchas más. Pero no iba a dejarse vencer, la regordeta cambiaría. Aunque me cueste toda la vida, pensó mientras se despedía de ella. Engreída y altiva como era, Milagros era su amiga. Y como amiga suya, quería ayudarla; quería preparala para cuando sin padres se quedara. Quería que dejara de comportarse como una pequeña de seis años. Quería muchas cosas para Milagros, pero ninguna sucedió. En la siguiente discusión, Milagros tanto se enojó que a Ana nunca más le habló. El mundo dio vueltas, cachetotes sin padres se quedó; se perdió en vicios varios. Joven, muy joven murió.

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