viernes, 19 de junio de 2009

Out of Control

Hubiera sido mejor si fuera de noche, pensó. Así todo sería más discreto y menos visible. El muchacho se movía rápido entre la multitud; con la mente concentrada en lo plano para aquel día. Recordó como antes tenía miedo de la gente en masa. Le parecía gracioso como ahora agradecía que en esa parte de la ciudad muchedumbres siempre están presentes. Vestía jeans con polo blanco; ropa ideal si es que visible y llamativo uno no quiere ser. Caminaba despacio para llegar a la hora; treinta y tres minutos y medio para cumplir su plan. Hasta que llegara tal momento, solo tenía que esperar.

Su caminar paró. Unos minutos más y el momento habría llegado. Se agachó para amarrar las hileras, a la vez que revisaba el estado del arma que usaría para herir, quizás matar. Se compró un helado de sol cincuenta, mirando con desprecio al vendedor. Pobre diablo, en su mente mientras paseaba los ojos por unas vitrinas, personas como él no tiene lugar en un mundo como este. Se agachó una vez más, dudó por unos cuantos segundos, y se volvió a parar. No vale la pena, dijo. La gente se volteó a verle; él hizo como si nada hubiera pasado acá. Se acomodó la basta del pantalón y miró a quien buscaba salir de aquel lugar. La víctima le llamaba lugar de trabajo.

Rápido y sigiloso, se acercó a aquel hombre. "Di algo y te clavo" le dijo, en un susurro con una malicia especial. "Muy bien, ahora camina lento hasta tu carro" El hombre calvo no tuvo remedio más que hacerle caso. Llegaron a la playa de estacionamiento sin dificultad. Los que miraron y se dieron cuenta, callaron. O fueron cobardes, o indiferentes; pero al final, nadie dijo nada, lo único que hicieron es caminar, nada más. "Sube" gritó. "Y llévame a esta dirección dirección. Y hazlo rápido." Le mostró un papel que tenía guardado en el bolsillo de atrás. "No sé donde queda ese lugar" dijo el hombre calvo. "No te hagas el payaso" el cuchillo ahora estaba pegado al cuello y sobando con suavidad. "Viviste ahí tiempo atrás."

Manejaron por medio hora hasta que llegaron a aquel lugar. Bajaron del carro, el calvo fue obligado a arrodillarse y a mirar al asaltante a la cara, una vez más. "Si piensas matarme, haslo ya." Le dijo con severidad. "Ya quisieras." respondió enojado. " Primero me has de escuchar, luego morirás. Verás papá; no soy el mismo niño que lloraba hace diez años. He crecido y ahora voy a pagarte el daño. Morirás de la misma manera como me trataste, como animal." El hombre llorando, finalmente reconoció a su hijo. No tenía palabras, sabía que era verdad. "Ni siquiera te preocupaste en irme a buscar. Eres un cerdo, papá." Una lágrima cayó al piso, el hombre calvo empezó a sangrar.

No hay comentarios: