viernes, 19 de junio de 2009

Empanada de pizza para el corazón de los adolescentes

Esto no viola especie alguna de derechos de autor. Tal vez sí, pero es sólo un blog. En mi defensa diré que esto no son muchas historias, sino una. No tiene moraleja explícita, y si hay una implícita me es difificil decir cual es. Precisiones hechas, es hora de escribir:

Estaba él enojado, muy enojado. La vida no le había sonreído al pobre Joel, por más optimista y esperanzado que fuera él. Se había quedado sin dinero hace ya algunos días; y su madre había huído de casa en un "tiempo de relax", oomo ella los llama.Gastó sus últimos solesn comprarse una salchipa de cena el día anterior. Guardaba cinco soles para pagar el taxi en el que la progenitora ebria viniera, y sol cincuenta para los desintoxicantes y el agua mineral. El estómago le crujía, pero de todos maneras cogío la mochila y a clases fue él. Tuvo que ir caminando, y en las últimas tres cuadras corriendo; con las energías que se tienen sin haber tomado desayuno o almuerzo.

Llegó tarde y el profesor no lo dejó pasar. "Reglas son reglas muchacho" dijo él. Tendría que esperar hora y media para la siguiente clase. Normalmente hubiera ido al internet o a un lugar como aquel, pero lo único que sonaba al sacudir sus bolsillos eran las llaves de la casa. Resignado, busco refugio en las palmeras del patio de afuera. La gente iba y venía rápidamente, y él seguía con hambre. Sin querer, se quedó dormido. Soñó que estaba lejos, lejísmos. Que papá nunca se había ido, y que mamá cuidaba de él como cuando era niño. Estaban los tres en una isla desierta, como las de las películas que solía ver en la televisión, cuando aún tenían una.

El sueño no continuó por mucho, despertó él por el frío. Revisó su reloj, iba a llegar a tiempo esta vez. Sacó el saco de la mochila rota, y entró a la clase 303. Nadie le preguntó porque llegó tarde, ni siquiera su "mejor amigo", llamado Ismael. Todos estaban muy ocupados, muy entretenidos como para darse cuenta que él, Joel, no la estaba pasando muy bien. Estaré bien -pensó él- después de todo, cuando mamá duerma sacaré uno que otro billete del bolsillo de su blusa. La profesora entró, dio su clase, y dejo de tarea resumir un texto de páginas trescientos treinta y tres. Todo un reto, por ser el plazo dos días.

Regresó a casa con la mirada caída. Mamá no llegó hasta horas después de la medianoche. Le dió la misma charla de siempre: no hagas lo que hago, dejame ser yo, te quiero hijo mío y ¿dónde está el baño? Revisó los bolsillos, pero no había ni un solo billete. Su estómago se retorcía, era la manera de pedirle comida una y otra vez. Salió de casa, antes de cometer un acto de lesa humanidad con aquella mujer que lo dejo sin comida otra vez. Caminaba por las calles, lento acompañado solamente por el aire. Se sentó en un parque que encontró, quince minutos después, entre la universad y su casa. Cansado, empezó a contarse historias de terror. La gente lo miraba como a loco. A él no le importó.

Quedó el dormido otra vez. Sueño de hambre, sueño profundo, sueño que el frío no detuvo fue aquel. Esta vez no hubieron fantasías. Vio su vida tal como era. Los jalados en parciales, los problemas para hablarle a los demás en clases, su madre, y su padre. Quería despertar, quería no ver esas cosas más. Pero no podía, algo raro sucedía con Joel en la banca número tres de aquel parque. No despertó hasta mucho después, con el sol bien en alto y las nubes moviéndose al este. Un panadero lo movió suavemente hasta ponerlo nuevamente conciente. "Empanada de pizza" dijo el, dejando el alimento y yéndose lento.

Joel sonrío y tragó el alimento. Dejo un pedazo sin comer, el que tenía aceitunas porque no le gustaban a él. Mamá seguramente no ha comido también, pensó. En el camino vio a un perro, le dio el pedazo a él.

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