sábado, 23 de mayo de 2009

Adios arbol de papaya

Solo fueron necesarios unos cuantos machetazos...
El arbol de papaya, que papayas nunca dio, y que por tanto tiempo estuvo en el patio, murió tristemente hoy. Como no es costumbre darle a las plantas entierro, el pequeño ser autotrofo en el basusero estará dos días despues de hoy. La tristeza me embarga por la destrucción de aquel compañero silente, que en mis días menos festivos supo el momento alegrar.

Recuerdo haber visto al arbol cuando por primera vcez llegamos de Cuzco a la ciudad. Callado, menos alto, y siempre - siempre- sin papayas el árbol estaba. No se quejaba de nada y se mantuvo ahi a traves de una decena y algo más de primaveras e inviernos. Y aún cuando el limonero, el manzano, las bunganvilas y los crisantemos pasaron y fueron no más, el papayo tanta muerte y tristeza pudo superar. Innecesarios y de más, este árbol nunca antidepresivos tuvo que tomar.

Fuimos amigos de alguna manera extras y poco convencional. De alguna manera le llegue a tener cariño, y es que era el ultimo de los recuerdos de la casa de cuando aun era niño. En tan pocos años, tantas cosas han cambiado y seguramente muchas más han de cambiar. No me entristeceré más, pues no es lo que el árbol hubiera querido, aunque se que los árboles no pueden querer y mucho menos hablar. Pero que más da, cuando era más chico, creía que todo el universo me hablaba y me oía hablar.

Esto es un adiós pues, amigo mío. Un hasta luego que durara una eternidad, pero que la memoria y el recuerdo lograran superar. Soy solo humano, y mi corazón algo triste está. Hoy se va un amigo, y es la primera vez que seguro estoy que no volverá. El aire esta frío y el sol demorá en ocultarse; pero lo hará. La noche llega y pronto dormido estaré, más tranquilo y con menos vacío por ti, amigo árbol de papaya.

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