domingo, 17 de mayo de 2009

Todos queremos la misma cosa.

Hay que admitirlo: todos queremos ser felices. No pienso dar una disertación que explique como es que todos queremos la felicidad, sólo me limitaré a decir que muy dentro nuestro siempre queremos más. Y como siempre, hemos de buscar la respuesta con el método de siempre: ensayo y error. Las "respuestas" a la búsqueda de la felicidad, son tantas como la arena en el mar, lo cual hace pensar a cualquiera que tal como todos los caminos te llevaban a Roma, hay mil formas de encontrar la felicidad.

Y eso no me parece verdadero. Pues en mis 18 años de vida, probe muchas cosas pero ninguna me pudo saciar. Es más, despues de cada intento fallido el sentimiento de vacío aumentaba más y más. Ni el fumar, ni el saber hablar inglés, ni el ser "popular"; en mi mente me decía que la vida no valía nada. "Solamente me queda esperar", una decisión existencial tomada casi una década atrás. Y ahora, sólo me queda explicar la solución que a la pregunta le pude hallar.

La solución del vacío no es nada más ni nada menos que hallar a Aquel que lo llena todo, a Aquel que con su poder mantiene - y si quisiera deja de mantener- el universo de pie. Y tal vez para muchos esta respuesta resulte muy "religiosa", pero para mi no tiene que ver con ser religioso; sino tener fe. Fe en que hay Alguien dispuesto a oirte, y a contestar si es que estás dispuesto a escuchar. Y con esa fe, buscar conocerlo más: y para eso está "La Revelación".

No soy nadie para imponer mis creencias en los demás. Pero tengo a dar mi opinión. Y pienso que no hay mejor manera de solucionar el vacío de tu vida - sea este un vacío por dentro o uno por fuera- que acercándote a Dios. Y Él, en su infinito poder y sapiencia, te dará la respuesta. Llenará el vicio, y te entregará - al estar tú con Él y Él contigo- la tan ansiada felicida; con un poquito mucho de paz y alegría para continuar. Y esto lo escribo porque lo siento, y lo siento de verdad.

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