jueves, 21 de mayo de 2009

Yo Dictador

Cuando era pequeño me moría por ser grande. Y ahora que he crecido daría todo por ser pequeño una vez más. Conforme pasa el tiempo - que ultimamente pareciera volar- me voy dando cuenta de lo complicado que vivir se puede tornar. Hoy, después de unos cuantos meses de cumplida mi mayoría de edad, finalmente saqué mi documento de identidad (D.N.I en siglas, aquí en la peruanidad).

Salí alegre de la Reniec a eso de las once con diez. El sol de la ciudad no estaba tan atroz como el de días atrás y Karito con su compañía alegraba todo un poco más. En mi mente buscaba darle uso al poder conferido por la sociedad peruana tras mi paso a ser mayor. Descartados quedaron los burdeles, las discotteques, los casinos y manifestar mi voluntad firmando un contrato. Este último imposible pues, por falta de dinero y alguien dispuesto a obligarse o a obligarme, pues.

Y como caído del cielo llegó aquel señor. Con su mesa y sus panfletos, el caballero en una palabra me había dado la tan esperada usanza al poder interior: mi soberanía personal. Y la palabra es: disolución. ¿Disolución de que? Disolver el poder, derrocarlo pues. Con solo firmar el papel, Balbuena y Guillén dejaran de ser lo que el pueblo los llamó a ser. Personalmente diré que no tengo nada contra esos dos seres, solamente quería usar el poder interior.

Firmé pues, y sentí el poder. 18 años no marcan mucho si los comparas a los 56, pero en nuestro mundo - cada vez más loco- es suficiente edad para que podamos asumir responsabilidades, y eximirnos de ellas tambien. El pequeño dictador que reside en mis adentros saltó y se puso de pie, los planes de dominación mundial están, desde ahora, en ascenso. Primero la San Pablo, luego la ciudad...

El mundo esta de más...

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